El Poder

Resulta curiosa como cambian algunas personas ante el advenimiento de una responsabilidad o puesto de cierto poder sobre un grupo que se debe de controlar o dirigir. Mucha gente, como digo, enseguida toma actitudes déspotas y abusivas, usando esa nueva posición para descargar conflictos internos, alimentar su propio ego y “resolver” rencillas personales.

Esto ocurre incluso en personas amables y agradables, de las que nunca sospecharíamos tal actitud, y lo que es mas grave, se produce muchas veces de manera inconsciente para la persona en cuestión. ¿Quién no ha sido víctima o testigo de los abusos de jefes, funcionarios, policías, médicos o incluso de nuestros propios padres? ¿Os acordáis de ese niño abusón del cole? Incluso en profesiones tan insospechadas como porteros de fincas se da tales actitudes. Cualquiera de nosotros puede ser un déspota.

Yo también he ejercido algún puesto de cierta responsabilidad y quizás he pecado de lo contrario, de falta de autoridad y de inspirar poco respeto; pero pienso que ante tal circunstancia debemos estar en un constante estado de autocrítica para evitar caer en esa clase de despotismo, que seguramente se nos ha dado ese puesto por nuestras capacidades organizativas y nuestra responsabilidad y que ante todo lo que estamos haciendo es un servicio. Ser jefe no nos hace ni mejor ni peor que aquellos que están bajo nuestro mando.

Por supuesto, este comentario viene motivado por haber sido testigo de los abusos de alguien, de sentir la rabia, aunque no sea yo la víctima, y la descargo aquí, sublimada en forma de reflexiones, en la esperanza de que sea leído por alguien que pueda cambiar su actitud con su lectura