martes, noviembre 19, 2013

Memorias de un Niño Adulto

      Me hago mayor. En el horizonte de mi futuro cercano se dibuja cada vez con mas claridad la figura del número 50, aunque mi rostro se resiste tercamente a confesarlo. No me gusta, lo confieso, quizás tenga el complejo de Peter Pan (en mi caso me cuadra mejor Peter Punk), pero no puedo evitarlo, y he de reconocer que la acumulación de años tiene ciertas ventajas. Una de ellas es la adquisición de cierta perspectiva histórica, no basada en los libros, sino a las vivencias propias, lo cual le da el valor de la primera mano, de la cercanía, esto no lo leí, no me lo contaron, ¡yo lo viví!

     Yo no he visto naves en llamas mas allá de Orión, pero puedo decir que he visto con estos ojitos que se han de comer la tierra la evolución de mi país, España, de un régimen tiránico a lo que ahora consideramos un Estado de Derecho. Ya os veo a alguno tirando de calculadora, ¡pero cómo, si este tío aún no tiene cincuenta tacos, cuando vivía Franco era un niño! Efectivamente, un crío, pero un crío adulto, al que una discapacidad le retuvo en casa y se tragó todos los telediarios del mundo mundial, que sabía y opinaba de política, que vio a gente correr delante de los grises gritando "amnistía y libertad", al que unos profesores entonces veinteañeros que venían a su casa le inculcaron ideas de libertad y progreso. Por eso puedo decir que mis vivencias pueden ser, si no iguales, si cercanas a alguien que tenga diez años mas que yo.

      Al revés que muchos ahora, no reniego de la transición española, eran tiempos ilusionantes, llenos de energía de apertura, de aire fresco. De acuerdo que era una transición salida y pactada con el viejo régimen, pero era lo que se podía hacer en ese momento. Si se llega a intentar, a la muerte del dictador, recuperar el legítimo estado republicano y democrático derrocado por el golpe de estado de 1936 y posterior guerra, este país hubiera estallado de nuevo en llamas.

      Pero con la edad, al revés de lo que cabría pensarse, me vuelvo cada vez mas radical, empujado por la contemplación de la realidad circundante. Los viejos fantasmas de la represión, del control, del miedo reaparecen como momias salidas de sus sarcófagos, los cuales creíamos bien cerrados, invocados por nigromantes disfrazados de apariencia demócrata, escribiendo sus hechizos en forma de leyes de educación y de seguridad ciudadana, para que nadie pueda protestar cuando nos roban nuestros derechos, nuestro trabajo, nuestra casa o nuestra salud.

     Uno tiene la impresión de que esa transición no se terminó en realidad, sino quedó truncada, incompleta. El intento de una derecha civilizada (UCD) quedó pronto fagocitada por los herederos del franquismo y la izquierda se hizo cómoda a cambio de un trozo del pastel. Las instituciones han perdido toda su credibilidad.

     Quizás habría que plantearse, plantearnos, acabar lo empezado, reconquistar las libertades que ahora se convierten en papel mojado, recuperar nuestro destino.

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