Semblanza de Humano
En este pasaje un personaje con múltiples deformidades describe los diversos aspectos de su vida incluida su sexualidad. El escrito me ha impactado de tal manera que he querido compartirlo con todos vosotros, incluso con las personas no comparten mi interés por la sexualidad en las personas con discapacidad. El autor hace gala de una fuerza narradora abrumadora, es crudo, desgarrado, e incluso grotesco, y no se tiene porque corresponder con la realidad de una persona real con una discapacidad, de hecho estoy seguro que en la mayoría de los casos no lo hace, pero a nivel de sensaciones, de cómo uno se siente por dentro y cómo se siente percibido, por las personas de su entorno me ha impactado de manera brutal, y como el mismo dice al final, de alguna manera me he reconocido.
Dos cosas, no pretendo ofender a ninguna persona ni sugiero que necesariamente nadie se tenga que sentirse identificado con el texto. La segunda es que el escrito es tremendamente explicito, sin que el autor parezca que se haya auto impuesto ningún tipo de censura, por lo que no es una lectura recomendable para gente muy sensible.
El Elógio de la Madrastra esta publicado en 1988 por la colección La Sonrisa Vertical.
Semblanza de Humano
Mario Vargas Llosa
Perdí la oreja izquierda de un mordisco, peleando con otro
humano, creo. Pero,
por la delgada ranura que quedo, oigo claramente los ruidos
del mundo.
También veo las cosas, aunque al sesgo y con dificultad.
Pues, aunque al
primer golpe de vista no lo parezca, esa protuberancia
azulina, a la izquierda
de mi boca, es un ojo. Que este allí, funcionando,
capturando las formas y los
colores, es un prodigio de la ciencia medica, un testimonio
del progreso
extraordinario que caracteriza al tiempo en que vivimos. Yo debía de estar
condenado a perpetua oscuridad, desde el gran incendio –no
recuerdo si
provocado por un bombardeo o un atentado– en el que todos
los sobrevivientes
quedaron privados de la vista y el pelo, a causa de los óxidos. Tuve la suerte
de perder solo un ojo; el otro fue salvado por los oftalmológicos luego de
dieciséis intervenciones. Carece de parpados y lagrimea con
frecuencia, pero
me permite distraerme viendo la televisión, y, sobre todo,
detectar
rápidamente la aparición del enemigo. El cubo de vidrio
donde estoy es mi
casa. Veo a través de sus paredes pero nadie puede verme
desde el exterior:
un sistema muy conveniente para la seguridad del hogar, en
esta época de
tremendas asechanzas. Los vidrios de mi morada son, claro
esta, antibalas,
antigermenes, antirradiaciones e insonoros. Están siempre
perfumados con un
olor a sobaco y almizcle que a mi –ya se que solo a mi– me
deleita. Tengo un
olfato muy desarrollado y es por la nariz por donde mas gozo
y sufro. .Debo
llamar nariz a este órgano membranoso y gigante que registra
todos los olores,
aun los mas sutiles? Me refiero al bulto grisáceo, con
costras blancas, que
empieza a la altura de mi boca y baja, creciendo, hasta mi
cuello de toro. No,
no es la hinchazón del bocio ni una manzana de Adán inflada
por la
acromegalia. Es mi nariz. Se que no es bella ni util, pues
su excesiva
sensibilidad la torna un indescriptible tormento cuando se
pudre una rata en la
vecindad o pasan materias fétidas por las cañerías que
atraviesan mi hogar.
Aun asi, yo la venero y a veces pienso que mi nariz es el
aposento de mi alma. No tengo brazos ni piernas pero mis cuatro muñones están bien cicatrizados y
endurecidos, de modo que puedo desplazarme por la tierra con
facilidad y aun
a la carrera si hace falta. Mis enemigos no han logrado
darme alcance hasta
ahora en ninguna de las persecuciones. .Como perdí las manos
y los pies? Un
accidente de trabajo, tal vez; o, acaso, un medicamento que
engullo mi madre
para tener un embarazo benigno (la ciencia no acierta en
todos los casos, por
desgracia). Mi sexo esta intacto. Puedo hacer el amor a condición de que el
mozalbete o la hembra que hace de partenaire me permita
acomodarme de tal
manera que mis forúnculos no rocen su cuerpo, pues si
revientan mana de
ellos el pus hediondo y padezco dolores atroces. Me gusta
fornicar y, en cierto
sentido, diría que soy un voluptuoso. Es verdad que a menudo
experimento
fiascos o la humillante eyaculación precoz. Pero, otras
veces, tengo orgasmos
prolongados y repetidos que me dan la sensación de ser aéreo y radiante como
el arcángel Gabriel. La repugnancia que inspiro a mis
amantes se toca en
atracción, e incluso en delirio, una vez que –con ayuda del
alcohol o la droga
casi siempre– vencen la prevención inicial y aceptan
trenzarse conmigo sobre
una cama. Las mujeres llegan a amarme, incluso, y los chicos
a enviciarse con
mi fealdad. En el fondo de su alma, a la bella la fascino
siempre la bestia, como
recuerdan tantas fabulas y mitologías, y es raro que en el corazón de un
apuesto jovenzuelo no anide algo perverso. Nunca lamento
alguno de mis
amantes haberlo sido. Ellos y ellas me agradecen haberlos
instruido en las
refinadas combinaciones de lo horrible y el deseo para
causar placer. Conmigo
aprendieron que todo es y puede ser erógeno y que, asociada
al amor, la
función orgánica mas vil, incluidas aquellas del bajo
vientre, se espiritualiza y
ennoblece. La danza de los gerundios que conmigo bailan
–eructando,
orinando, defecando– los acompaña después como un melancólico recuerdo de
los tiempos idos, ese descenso a la mugre (algo que a todos
tienta y que tan
pocos osan emprender) que hicieron en mi compañía. Mi mayor
fuente de
orgullo es mi boca. No es verdad que este abierta de par en
par porque aúllo
de desesperación. La tengo así para mostrar mis blancos y
filudos dientes. .No
los envidiaría cualquiera? Apenas si me faltan dos o tres.
Los demás se
conservan firmes y carniceros. Si es necesario, trituran
piedras. Pero prefieren
cebarse sobre pechugas y nalgas de terneras, incrustarse en
tetillas y muslos
de gallinas y capones o gargantas de pajaríllos. Comer carne
es una
prerrogativa de los dioses. No soy desdichado ni quiero que
me compadezcan.
Soy como soy y eso me basta. Saber que otros están peor es
un gran consuelo,
por supuesto. Es posible que Dios exista, pero eso, a estas
alturas de la
historia, con todo lo que nos ha pasado .tiene alguna
importancia? .Que el
mundo acaso pudo ser mejor de lo que es? Si, acaso, pero
.para que
preguntárselo? He sobrevivido y, a pesar de las apariencias,
formo parte de la raza humana.
Mirame
bien, amor mio. Reconóceme, reconócete.
Etiquetas: discapacidad, Literatura