Amor y Odio
Jesucristo nos dijo que no solo teníamos que amar a quién nos ama, sino también a quién nos odia.
Por extensión, y si nos consideramos parte del cosmos, y por lo tanto, nada, absolutamente nada de lo que ocurra en el universo nos es ajeno, amaremos, por supuesto todo lo bueno y lo bello, pero también todo lo malo, ¿o no?
La creación no está hecha de cosas puras, sino de mezclas que vuelven a crear una y otra vez todo lo que existe de infinitas formas diferentes, como un pintor que, siempre con los mismos colores, hiciese millones y millones de cuadros distintos. Lo puro se agota en si mismo, y es aquí donde viene mi duda: Debemos amar al malo, pero ¿solo sus partes buenas o al malo entero con todas sus maldades? ¿Debemos amar al mal a la vez que el bien? ¿No sería eso una perversión? ¿Acaso no nos llevaría eso a la indiferencia, a la pasividad absoluta?
Quizás no se trate de nada de esto, quizás debemos amar la Creación, lo existente. Quizás nada es bueno ni es malo, sino que es, simplemente es. El bien y el mal son formas que pueden ser cambiadas con la misma facilidad que el que aprieta un botón, porque no afecta a lo intrínseco de su ser.
¿Acaso no es igual el tesón que la tozudez? ¿No participan de la misma naturaleza la intrepidez y la temeridad?
Solo quiero dejar constancia que este escrito no es una respuesta, sino un saco de preguntas que yo mismo me he planteado en un momento de trivulación interna, esperando que sean contestadas cuando llegue el momento adecuado.
Es como una pregunta de test para que la conteste el cachito de Dios que hay en mi, como en cada uno, cuando todas las tonterías que tengo en la cabeza dejen de hacer ruido y se le pueda oir.
20 de julio de 1993; 2:17 horas
P. D. Pienso que la evolución no es eliminar partes malas, sino transformarlas en buenas.
Por extensión, y si nos consideramos parte del cosmos, y por lo tanto, nada, absolutamente nada de lo que ocurra en el universo nos es ajeno, amaremos, por supuesto todo lo bueno y lo bello, pero también todo lo malo, ¿o no?
La creación no está hecha de cosas puras, sino de mezclas que vuelven a crear una y otra vez todo lo que existe de infinitas formas diferentes, como un pintor que, siempre con los mismos colores, hiciese millones y millones de cuadros distintos. Lo puro se agota en si mismo, y es aquí donde viene mi duda: Debemos amar al malo, pero ¿solo sus partes buenas o al malo entero con todas sus maldades? ¿Debemos amar al mal a la vez que el bien? ¿No sería eso una perversión? ¿Acaso no nos llevaría eso a la indiferencia, a la pasividad absoluta?
Quizás no se trate de nada de esto, quizás debemos amar la Creación, lo existente. Quizás nada es bueno ni es malo, sino que es, simplemente es. El bien y el mal son formas que pueden ser cambiadas con la misma facilidad que el que aprieta un botón, porque no afecta a lo intrínseco de su ser.
¿Acaso no es igual el tesón que la tozudez? ¿No participan de la misma naturaleza la intrepidez y la temeridad?
Solo quiero dejar constancia que este escrito no es una respuesta, sino un saco de preguntas que yo mismo me he planteado en un momento de trivulación interna, esperando que sean contestadas cuando llegue el momento adecuado.
Es como una pregunta de test para que la conteste el cachito de Dios que hay en mi, como en cada uno, cuando todas las tonterías que tengo en la cabeza dejen de hacer ruido y se le pueda oir.
20 de julio de 1993; 2:17 horas
P. D. Pienso que la evolución no es eliminar partes malas, sino transformarlas en buenas.