martes, enero 10, 2006

Rosa


Esta noche hace un año que se apagó una luz en mi vida. Tal noche como esta hace un año recibí la llamada del centro de cuidados paliativos en la que mi hermana mayor estaba ingresada desde tres meses atrás. En mi casa ya sabíamos que al llegar ya habría traspasado este plano de existencia. Era una muerte anunciada con precisión de relojero suizo siete meses antes por el cirujano que la atendió, tenía una bomba de relojería en la cabeza en forma de tumor. Fueron los siete meses mas duros y amargos de toda mi vida.

Mi hermana ha sido una de las personas que mas he querido nunca; es difícil determinar las posiciones en el hit parade de los afectos, pero sin lugar a dudas ha sido la que mas me ha influido, la fuerza mas determinante en lo que ahora soy yo, por lo menos en mi mejor parte: mis convicciones, mi espíritu de lucha, mi creatividad...

En aquellos días en mi mente se repetían los versos del poeta Miguel Hernández:

No perdono a la muerte enamorada
No perdono a la vida desatenta
No perdono a la tierra ni a la nada

Ahora, tras doce meses, empiezo a perdonar, a asumir el mundo, la vida misma, con todas sus aparentes imperfecciones, injusticias. Al fin y al cabo, ¿como nosotros, los humanos, tan solo un mono desnudo, como nos llamo no recuerdo quién, osamos querer comprender en nuestra soberbia las últimas razones, las últimas causas de la existencia misma?

Así que, Rosa, allá donde te encuentres. Gracias por tu amor, gracias por todo lo que me enseñaste, y que seas feliz.

1 comentarios:

Blogger helyanwen ha dicho...

Un beso enorme por tus bellos recuerdos, que perduren en la profundidad de tu alma y desposites cada día tus frutos por las experiencias vividas con Rosa.

10 de enero de 2006, 22:23  

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