Soy un Trekky


Acabo de ver “Nemesis”, la última película oficial de la saga Star Trek, producida el año 2002, y he decidido que soy un “Trekky”, no uno ortodoxo, no me voy a disfrazar de vulcano colocándome unas orejas puntiagudas, ni saludaré con los dedos corazón y anular separados. Tampoco me vestiré con un mono rojo con el símbolo de la Federación cosido en el pecho simulando formar parte de la tripulación del USS Enterprise. No me se la lista completa de películas y series que hasta el momento pueblan en esta magnifica fantasía del universo de dentro de tres siglos (centuria arriba, centuria abajo, que ya sabemos a la luz de la moderna ciencia que el tiempo tampoco se puede tomar demasiado a raja tabla). Ni siquiera he visto todos los filmes que cada pocos pero ansiosos años aterrizan en nuestras pantallas de cine.
Pero si me considero un “trekky" de corazón, ya que aún me emociona esas aventuras en que la acción, las grandes naves estelares, los insondables misterios del universo profundo y las luces intermitentes y multicolores de alta tecnología se mezclan con la humanidad, la solidaridad, el sentido del deber y la honorabilidad (palabra que prefiero al honor, tan mal usada y confundida con falsas moralinas mojigatas durante siglos y causantes de mas de una muerte e incluso genocidios absurdos).
Al revés que la otra gran saga de ciencia ficción: “La Guerra de las Galaxias” (de la que también soy devoto) en la que ,desde una perspectiva mas realista, el mal, pese a ser vencido una y otra vez, siempre queda agazapado, invisible y acechante en algún oscuro rincón del galaxia (ya sea republicana o imperialista), en la Federación de Planetas el genero humano ha logrado por fin junto a otras razas interestelares a la que va absorbiendo con lo que ahora llamaríamos “talante político”, un equilibrio, es mas, un estado de gracia, una paz interior y un desprendimiento tales que nuestros tataranietos se permitirían el lujo de prescindir incluso del dinero, pues nadie tendría la tentación de acumular bienes.
Cada vez que visiono un nuevo (o viejo) capítulo de la saga, la fe en la humanidad parece tomar nuevos bríos, y las oscuras nubes acumuladas en el alma tras semanas y semanas de telediarios se disipan con la fresca brisa de fotones que deja el rastro de la nave conducida por los comandantes James T. Kirk (y su inseparable amigo vulcano Spock) o Jean-Luc Picard.
Así pues, me agarro con uñas y dientes, desde este planeta dividido, violento y suicida en que nos toca vivir, a esta fantasía armónicamente cósmica, propia de la mente de un hippie puesto de LSD hasta las orejitas (con razón la serie original se creó en 1966, año donde un servidor también fue traído al mundo). Sin más me despido de quién ose a leer este delirio deseándoos larga y prospera vida (saludo vulcano).
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